Son parte de un recuerdo, hace años existieron y hoy solo figuran en fotos y archivos bibliográficos. De la gran ciudad de Buenos Aires, pocas obras arquitectónicas aún sobreviven a los años y a la historia, y muchas de ellas han sido renovadas, pintadas y desprendidas de la erosión de los años que las mantuvo todavía intactas. Uno de estos ejemplos de oprobio hacia los monumentos históricos es el Cabildo, que ha sido transformado innumerables veces. Primero fue más grande, luego más chico, más alto y luego más bajo, sin contar en todas las ocasiones que fue pintado.

Pero aún así, la ciudad porteña guarda entre sus calles el tesoro de un estilo que la compone y destaca por sobre otras capitales del mundo. La mezcla entre lo antiguo y lo moderno forman a Buenos Aires, los caserones de barrio se funden con los edificios de última generación donde la electricidad también se genera con el sol y las piletas y Spa están a la orden del día. También se mezcla el viejo almacén de la cuadra con la sucursal de un gran mercado, la histórica mercería que se ha ganado una placa en la vereda con la farmacia de moda, y la panadería que conserva su vitraux y la atención del linaje familiar. De la misma manera que algunos permanecen, otros mueren. Y por las más variadas razones: venta, demolición, modificación en su estructura, o directamente sus paredes caen en señal de que su vida en esta ciudad ya ha caducado.

En el libro “Arquitecturas Ausentes, obras notables demolidas en la Ciudad de Buenos Aires”, escrito por el arquitecto Ramón Gutiérrez, la arquitecta Patricia Méndez y Marcelo Kohan (de editorial El Artenauta ediciones y Cedodal), se homenajea a las edificaciones y monumentos que ya no están. Y de manera sorpresiva mientras avanzaba esa investigación, los escritores definían con una sola frase lo que sentían al conocer los secretos de la antigua Buenos Aires: “No puedo creer que en Buenos Aires existió todo esto”.
Palabras más, palabras menos, la frase resume la reacción de los que tuvieron la oportunidad de ir conociendo los avances de este libro. En general, la sorpresa y admiración inicial le siguieron a la desazón e indignación al caer en la cuenta de que ya ninguna de esas obras -por distintas razones- se encuentra ya entre nosotros. En el libro se podrá encontrar desde un daguerrotipo mostrando la demolición parcial del Fuerte de Buenos Aires en 1852, hasta la fotografía de un banco de Clorindo Testa inaugurado en 1962, de casas particulares a mercados, de teatros a estaciones de tren. Todos tienen en común un alto valor patrimonial -arquitectónico, histórico- y el hecho de que ya fueron demolidos.

Ramón Gutiérrez nació en la Ciudad de Buenos Aires el 9 de noviembre de 1939 y se graduó de arquitecto en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires en 1963. El arquitecto es Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por haber dedicado su vida a la preservación del patrimonio arquitectónico y urbano.