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3 de Abril 2015
ENTREVISTA A SASHA: LA OTRA CARA DEL ARTE URBANO
Rostros y Muralismo: la fórmula poética e impactante de Primo… que te cambia la cara
Escribe: Gastón Datino
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Sasha lo tenía todo pensado. Un artista que domina la expresión humana con sobrante delicadeza no iba a citarme en un lugar que no dibujara una emoción en mi cara; en un sitio que no activara en mi cerebro un impulse eléctrico, suficiente como para que los 12 músculos de mi rostro florezcan de júbilo como el pétalo de una orquídea. Está en su naturaleza modificar el semblante de cualquier espectador. Está en el sentimiento inagotable de sus obras, esas caras vívidas y ancestrales, el motor creativo que deja a cualquier ser un tanto boquiabierto. Mientras aguardaba por él, su mural de 12x8 metros estaba provocando este despabilado efecto en mí. Podía ver, absorto, cómo 6 niños africanos gigantes y otras criaturas silvestres interactuaban en un fresco cargado de simbología y perfección. Por el calor de sus miradas, el poder reivindicativo de sus sonrisas y la textura pujante de su piel, advertí que me hallaba frente a un retrato exquisito de un modo originario de vida: auténtico, descontaminado, transparente, real y elevado. Ese mural era el rostro precipitado de la lucha eterna de estos pueblos por la comunión indisociable del hombre con la naturaleza; allí brotaba con una claridad y un brillo impecable la convicción y templanza de sus ideales; el despertar de una conciencia cósmica guiada por el amor y respeto al prójimo. Esa obra de 12x8 fue la responsable de cambiar el color de mi ánimo, el semblante de mi rostro. En definitiva, logró el propósito que Sasha tanto había planeado antes de llegar a la cita: correrme de mi realidad habitual y movilizar los 12 músculos que mi cara necesita para regalar una chispeante sonrisa.

-Veo que te gustó el mural, ¿no? –me afirma en tono de acertijo, mientras lo veo aproximarse hacia mí con un andar armónico y sonriente. –Sí… ja, me puso un poco la piel de gallina ver rostros tan grandes e inusuales –le respondo en tono de admiración y sorpresa al mismo tiempo. Tras unos minutos de contemplar el mural a dúo, ingresamos a un pequeño patio descubierto. Él trae 2 sillas mientras yo enciendo el grabador. Ok, estamos grabando –le explico a Sasha, uno de los integrantes y fundadores de Primo, el proyecto de murales que comparte (desde enero de 2012) junto a Nicolás Germani, precisamente su primo de vida y sangre.

 

-¿Por qué está tan presente el rostro humano en el arte de Primo?
-Si bien hemos indagado la naturaleza humana y silvestre pintando manos, árboles y animales… tenemos como una fuerte debilidad por la expresión de los rostros, sobre todo rostros de personas nativas, de pueblos originarios. Desde un principio nos dimos cuenta que plasmarlos en forma de murales enriquecía estéticamente nuestro arte. La expresión vívida de esas caras únicas y auténticas, era la excusa perfecta para inspirarnos y crear obras de un fuerte impacto visual. Imaginate que este tipo de culturas contiene un gran abanico de colores, figuras, texturas y simbología… además de la carga emotiva y profundidad que emana sus miradas. Por otro lado, el rostro de estas comunidades actúa de motor narrativo para contar el contraste entre dos modos de vida, totalmente opuestos: el de los pueblos originarios y nuestra vida diaria, occidental y rutinaria. Es decir, la expresión de esas caras nativas nos invita a replantearnos muchas cosas como personas y como sociedad. En otras palabras, ¿por qué en la ciudad vivimos en estado permanente de alienación, inconformidad y desconexión con la naturaleza humana? De esta manera, jugar con esta clase de rostros no sólo nos permitió imprimir un mayor impacto visual a nuestras obras, sino también traer al presente una filosofía de vida y unos valores tan menospreciados por el espíritu moderno… si es que en la modernidad quedó vivo algún trazo de espíritu.

 -Recién decías cómo el rostro de estos pueblos enriqueció su arte desde un principio. ¿Aún recordás el primer mural que pintaron?
-Sí, perfectamente. Recuerdo que el primer mural que hicimos fue en un terreno baldío. (Risas). Llevamos un boceto que teníamos, era el dibujo de unas hojas, y lo cómico fue que en el medio de la intervención del lugar pasó un tipo y de la nada nos regaló una mandarina. Después, apareció el dueño del terreno y nos felicitó por lo que estábamos haciendo… hasta nos dijo “Sigan así chicos”… y esa experiencia, que por suerte fue positiva, nos sirvió para sacarnos el miedo, la tensión o la paranoia que implica pintar en la calle, pero sobre todo nos dio el empujón y las ganas de empezar a dedicarnos a este oficio.

-Sí, igual me imagino que no todo fue color de rosas…
-Obviamente. Más allá de nuestra búsqueda visual (que fue comenzar a hacer murales directamente sin pasar por la estética del grafiti, es decir, a la inversa de la mayoría de los artistas), los inicios de Primo también estuvieron marcados por una fuerte dosis de adrenalina. Salir a la calle por primera vez implica un cóctel de nervios, excitación y paranoia; estás expuesto a cualquier cosa que pueda ocurrir, desde la queja de un vecino, la intervención de la policía que a veces suele olvidar su lema “Al servicio de la comunidad” y termina repudiando este tipo de arte, o mismo que pase un flaco y te robe las cosas. De todos modos, ese vértigo que experimentamos en cada salida nos ayudó a crecer mucho, a perfeccionarnos como muralistas… A veces el rigor, el peligro inminente, te despierta habilidades escondidas, talentos dormidos, que de haber empezado por pintar en lugares más seguros, como el patio de una casa, probablemente no hubiéramos comprendido el propósito de este arte… que es la conexión sincera, fluida y transparente con el espacio público.

-Por ser una clase de activismo que roza lo político y social, el arte urbano está muy asociado al mundo de lo “ilegal”. En el modus operandi de Primo, ¿podemos afirmar que está “tudo bom, todo legal”?
-(Risas). Sí, por supuesto. Siempre nos manejamos dentro de lo legal, es decir, vamos a un lugar que nos gusta, tocamos el timbre, conversamos con el dueño, le pedimos permiso, etc. La persona que NO nos da el OK, obviamente decidimos no intervenir ese espacio. Si nuestros murales reflejan la filosofía humanística de los pueblos originarios, sus valores y su conexión auténtica con el entorno, queremos que ese principio de respeto también se cumpla con cada una de las personas que hablamos y que nos dan el permiso para hacer real nuestro arte.

-Leí por ahí que hace poco pintaron una escuela de La Plata, y que de ayudantes tuvieron a los mismos chicos del lugar. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Uf… hermosa realmente. Hace unos meses con Primo participamos de un evento que organizó una escuela de La Plata… donde la idea era pintar y hacer murales en todas las paredes del colegio. Junto con otros artistas, y los mismos alumnos, pasamos todo un día haciendo grafitis y murales. Fue realmente increíble. Además hay otra cosa: más allá de lo enriquecedor que puede ser la experiencia de pintar una escuela, lo positivo es la enseñanza que le queda a los chicos. Llevar arte y vida a estos espacios hace que la relación de ellos con la educación también se llene de vida: los inspira, los moviliza, los pone felices… Es asombroso ver cómo el poder del arte provoca en ellos una motivación extra que muchas veces ni la familia y el propio maestro logran. Saber que gracias a los murales que pintamos, los chicos van más entusiasmados a las clases, que asimilan mejor el conocimiento… es un regalo impagable que a veces te da este oficio.

-En todas las disciplinas, como la música, la poesía, el dibujo, la escultura, etc., es común oír a los artistas una cierta inclinación o favoritismo por alguna de sus obras. En tu caso, ¿cómo opera este principio cuasi universal?
Los ojos azules de Sasha quedan remotamente perdidos a un punto x de la pared del patio pequeño y descubierto donde estábamos, como intentando visualizar la respuesta indicada.

-Ehhh… A ver, de las treinta y pico obras que hicimos con Primo, me es imposible realmente elegir una. Sobre todo porque creo que el arte tiene que ver con el desapego, con la despersonalización. Cuando terminamos un mural, la obra queda ahí, en esa pared, por lo tanto ya deja de pertenecernos como dueños o creadores… ahora es de todos, de la comunidad y de cualquier persona que pase por ahí y la contemple. Pero si tengo que mencionar una experiencia, más que una obra, fue cuando intervenimos la estación de Federico Lacroze (subte B). Junto con 3 muralistas más, pintamos todo el andén. Recuerdo que íbamos de noche, de madrugada, los fines de semana… ¡Uf, increíble! Además de disfrutar y compartir la obra con otros artistas, lo fantástico fue hacerlo en un lugar en el que transita un montón de gente por día… que cientos de personas pueden ver el progreso del mural minuto a minuto… Veíamos cómo ellas se quedaban mirando lo que hacíamos, se detenían, preguntaban… Durante unos segundos, esa gente estaba en una especie de realidad paralela, lejana a la vorágine de sus hábitos y preocupaciones. Con el paso de los días, comprobamos que, de alguna manera, ese mural ayudó a cambiar su vida de todos los días. Saber que durante un instante nuestro arte pudo embellecer su rutina… es de una infinita gratitud: ¡no te lo saca nadie!

-Y hablando de esas cosas que “no te saca nadie”, me imagino que la vez que pintaron un club de fútbol de Salta… también habrá sido una experiencia que quedó en el cofre de los grandes recuerdos…
-¡Puf! Sí, en un cofre guardado con 7 llaves. (Risas). Fue realmente fantástico. Junto con 15 muralistas viajamos de Buenos Aires a Salta a pintar un club de fútbol, uno de los más reconocidos de allá. Intervenimos todo el exterior del estadio. Imaginate lo que fue pintar un muro de 200 metros de largo… Agarrate (otra vez risas). Por suerte la gente del lugar se copó y nos ayudó a terminar el mural. Además de la pintada, también fue grandioso el viaje en sí, compartir horas y horas con otros artistas, las charlas que tuvimos, las anécdotas que intercambiamos… Realmente fue una de las mejores cosas que me tocó vivir con Primo.

-Y hablando de fútbol, todos recordamos a Diego Maradona decir con 11 años “Mi sueño es jugar un mundial”. Para vos, con 26 y siendo artista, ¿cuál es ese sueño que no podés sacarte de la cabeza?
-Sinceramente, mi sueño es viajar por el mundo pintando, conocer a otros artistas. Así como los músicos se van de gira y tocan por todos lados, yo deseo recorrer el mundo y llevar mi arte a cada rincón del planeta. Creo que más que una experiencia… es el único secreto que existe para reinventarte como persona, como ilusionista de este oficio.

Sasha, esa alma beduina y de mente caleidoscópica, que sueña con viajar y dejar huella de esos rostros ancestrales en las fachadas del globo terráqueo, tiene antes… otra misión que cumplir: recibirse de la carrera de Artes Electrónicas, en la Universidad 3 de febrero. Está a doce meses de egresar, pero para ello debe terminar su tesina: un proyecto interactivo y original que mezcla el mundo de los talleres mecánicos con el universo de la sonoridad. De su cerebro nació esta fastuosa idea: “Es una instalación diseñada con las autopartes que sobran de los talleres mecánicos del barrio, donde la gente podrá recrear los sonidos que ocurren en esos lugares. De tanto caminar por Av. Warnes (meca de la autopartes) y todas esas calles inundadas de negocios y galpones, me di cuenta que al final del día, en las veredas de estos comercios, había una gran cantidad de objetos desperdiciados que podían ser re-utilizados para algo más productivo que morir en un contenedor de basura. De ahí, nació la idea para mi tesina. Imaginé crear una instalación construida en base a autopartes, como bujías, llantas y faroles en desuso, que activan sonidos reales capturados de sus lugares de origen.En pocas palabras, es como una cajita musical gigante donde cada componente del auto dispara un set de ritmos y melodías inspirados en los sonidos espontáneos que oímos en cualquier taller mecánico. Pero aún hay más: Sasha piensa en montar la instalación en algunas de las plazoletas de la Av. Warnes y convocar a todos los vecinos de La Paternal y aledaños a conocer y jugar con su magnífica creación. ¡Todavía falta… pero me aseguró que su inventiva está sobre ruedas! Créanme: ¡No le creo a rajatabla por el peso de sus palabras ni por la opulencia de su idea, más bien por el resplandor que declaran los 12 músculos de su ROSTRO floreciente!

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