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24 de junio 2014
EL 24 DE JUNIO DE 1911 NACIA ERNESTO SABATO
Ese extraño ser de anteojos…
Escribe: Jesica Bond
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Me desperté con el frío de mi habitación un 30 de abril de 2011. Calenté el agua para el café negro que siempre me desveló por las mañanas y prendí el noticiero. Una de mis deudas quedaría para siempre pendiente. Ese escritor de los anteojos oscuros había partido del planeta tierra para alojarse en algunos de sus cuentos. Y a mí me había dejado sola, con un reportaje de preguntas sin respuesta. Él se salió con la suya, se fue sin cumplir los 100, ¡y eso que le faltaba muy poco! Y se fue sin responderme nada, sin agraciarme con su presencia tan lúcida, como pocos, pero me dejó un estante en mi biblioteca colmado de sus obras. Tan difíciles, tan armónicas y tan asombrosas. Esa noche, me acosté con un dejo de nostalgia en el pecho. Pues cuando se va un ser como él, uno se pregunta quién lo puede equiparar en vida, y eso se torna una pregunta sin respuesta. Caí dormida. Cansada pero tranquila. Mi sueño en grises se transformaba en la figura de un escritor argentino imposible de confundir, sentado en un sillón, con las piernas cruzadas, Ernesto se proponía a contestarme todo lo que yo quería saber de él.

Ernesto, ¿es cierto eso que se cuenta que tu madre te escondía para que tu padre no te rete?
Sí, mi padre era severísimo y yo le tenía terror, mi madre me escondía debajo de la cama matrimonial para evitarme un castigo.

De tus años de estudiante, ¿Cuál es tu mejor recuerdo?
Matilde es mi mejor recuerdo. Una bella joven de 17 años que conocí mientra cursaba un taller sobre marxismo. Estaba tan enamorada que se escapó de la casa de los padres y se fue a vivir conmigo. A los pocos años nos casamos por civil en Buenos Aires. Su nombre completo era Matilde Kusminsky Richter. Y de ese amor nació mi primer hijo, Jorge Federico.

Un escritor como vos, ¿investigador en Física?
Así es. En 1938 me doctoré en Física en la Universidad Nacional de La Plata. Gracias al Doctor Houssay, me concedieron una beca anual para realizar trabajos de investigación sobre radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie en París.

Después de haber dejado de lado la ciencia porque la considerabas amoral, ¿cómo fueron tus primeros años en letras?
En 1943, luego de una crisis de existencia, me alejé de forma definitiva de la ciencia. Entonces me instalé en Pantanillo, un pequeño pueblo en la provincia de Córdoba. En realidad era un rancho sin agua ni luz pero me encontraba totalmente entregado a la escritura. Dos años después nació mi segundo hijo, Mario Sábato.

¿Te acordás de la salida de tu primer libro?
Sí, eran momentos en los que nadie te publicaba nada y te rechazaban en todas las editoriales, no había otra forma de publicar que en revistas. En 1945 publiqué "Uno y el universo", que era una serie de artículos filosóficos en los que criticaba la aparente neutralidad moral de la ciencia y alerta sobre los procesos de deshumanización en las sociedades tecnológicas. Ese año me encontré recibiendo el primer premio de prosa de la Municipalidad de Buenos Aires y la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores.

Una de las mejores novelas argentinas del siglo XXI es "Sobre héroes y tumbas". ¿Por qué se exalta tanto la figura de Lavalle?
Se trata de una novela que narra la historia de una familia aristocrática argentina en decadencia, intercalada con relato intimista sobre la muerte del General Juan Lavalle, héroe de la Independencia, y con los desgarramientos de la historia argentina, como las guerras civiles del siglo XIX hasta 1955. Cuando decidí tomarlo para mi novela, no era, en modo alguno el deseo de exaltar a Lavalle, ni de justificar el fusilamiento de otro gran patriota como fue Dorrego, sino el de lograr mediante el lenguaje poético lo que jamás se logra mediante documentos de partidarios y enemigos; intentar penetrar en ese corazón que alberga el amor y el odio, las grandes pasiones y las infinitas contradicciones del ser humano en todos los tiempos y circunstancias, lo que sólo se logra mediante lo que debe llamarse poesía, no en el estrecho y equivocado sentido que se le da en nuestro tiempo a esa palabra, sino en su más profundo y primigenio significado.

Retomando tu historia con Matilde, ¿se casaron en algún momento por iglesia?
Así es. El 21 de diciembre de 1990, en nuestra casa de Santos Lugares nos casamos por iglesia con Matilde. La ceremonia fue oficiada en su momento por Monseñor Justo Oscar Laguna y monseñor Jorge Casaretto. Ocho años después de esa unión, ella fallece. Y la verdad fue bastante duro, hacía menos de tres años habíamos despedido a nuestro primer hijo, víctima de un accidente automovilístico.

A pesar de tu edad, siempre te mantuviste actualizado con el correr de los avances tecnológicos, de hecho publicaste un libro vía web que fue leído por miles de usuarios de Clarín.com.
Bueno, nunca me gustó mucho la tecnología, hasta mis últimas escrituras las he hecho en mi vieja máquina de escribir, por lo menos hasta que la vista me lo permitió. Pero cuando me enteré de que miles de lectores tenían la oportunidad de leerme sin pagar un centavo, me emocioné y no pude negarme ante tal propuesta.

¿Cómo ingresa a la pintura?
Siempre me sentí atraído por el arte, pero desde que mí médico me prohibió la lectura y la escritura, me lancé al pincel y a la pintura. Además de ser un cable a tierra es sumamente gratificante.

¿Podrías dejarnos uno de tus geniales pensamientos?
Claro que sí. La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse.