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12 de Agosto 2015
GENTILEZA, SOLIDARIDAD Y PARTICIPACION EN LA LIGA...
Los Valea, casi 90 años en Villa Gral. Mitre
Escribe: Lydia Schiuma
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Haydée Beatriz nació en Ciudadela, pero a los cuatro años ella y su hermanita de dos quedaron huérfanas. Se hicieron cargo de ambas niñas un tío materno, Mártiro Guzmán y su esposa Elena domiciliados en Luis Viale 2172. Pero los dos trabajaban, por lo que al poco tiempo llevaron a sus sobrinitas a casa de los abuelos maternos, Marciano Guzmán e Ignacia Almirón, radicados en Gral. Villegas.
La casa de los abuelos tenía mucho terreno, que él trabajaba usando en arado de mancera.
Por la mañana iban a la escuela. La hermanita como era muy traviesa iba a una escuela de monjas y ella iba a la escuela N ° 1 de Gral. Villegas.
Un día Haydée había salido antes y alguien le dijo: "Andá corriendo que tu hermanita se está peleando con una chica en la plaza", corrió y cuando llegó vio que estaban agarradas de las trenzas y no se querían soltar, solamente consiguió que se separen cuando les dijo: "Miren que enfrente está la comisaría".
Los abuelos después de almorzar las mandaban a dormir la siesta, las niñas obedecían y en cuanto se distraían iban al terreno a jugar. Cierta tarde, a esa hora, le dieron una copita de vino al gallo, el pobre animal tropezaba con todo y el abuelo al levantarse preguntaba desorientado: "¿Qué le pasa al gallo?... ¿Qué le pasa al gallo?..."
Don Marciano Guzmán después de un breve descanso seguía arando y había que llamarlo para tomar mate mientras escuchaba la novela por radio, luego continuaba arando hasta la noche.
La abuela tuvo problemas coronarios por lo que fue internada varios meses, Haydée y su hermana la visitaban todos los días de dos a tres de la tarde. De camino al hospital pasaban por una casa con un terreno enorme lleno de gallinas y pícaramente se llevaban un huevito de recuerdo cada una.
A la hora de la merienda en invierno había arroz con leche y en verano mate cocido.
Las dos eran las encargadas de juntar muchas ramitas para prender el fuego en la cocina económica; al fallecer los abuelos Haydée tenía quince años y volvió con los tíos a la calle Luis Viale. Su hermana se casó muy jovencita y vivió toda su vida en Villegas.
Haydée trabajó un tiempo en la calle Bogotá, después en la fábrica de fideos "La Americana" que estaba en Andrés Lamas y Apolinario Figueroa, cuando ésta cerró entró a Bolsalona, luego una vecina le propuso entrar a trabajar en ENTEL. Ella aceptó e ingresó en la sede de Carabobo como operadora. Sus compañeras eran muy buenas, cuando alguna lo necesitaba cambiaban el turno, a veces a la salida iban a tomar "algo" o festejaban algún cumpleaños en la confitería "Londres", en Boyacá y Rivadavia.
Desde luego muchas veces debía hacer compras en los negocios de su barrio es así como conoció a José Jesús, hijo del dueño de la "Despensa Boyacá".
Los jóvenes se enamoraron y después del noviazgo habitual para la época se casaron.
Al fallecer su suegro Haydée dejó su trabajo en ENTEL para ayudar en el almacén; tenían un perro llamado Boby que era muy inteligente, al anochecer se sentaba en el umbral del almacén cerca de la hora en que el diarero pasaba voceando la última edición, esperaba a que José Jesús le diera la orden: "Boby, cruzá" para cruzar el canillita le ponía el diario en la boca y Boby esperaba nuevamente la orden: "Boby, cruzá" para regresar y entregarle el diario a su dueño.
Una noche Boby estaba sentado en el umbral esperando al vendedor de diarios cuando pasó el camión de la "perrera", los hombres de la perrera lo asustaron y lo corrieron a propósito, José los vio y llamó: ¡"Boby, vení"!, el perro se paró y en ese momento los hombres mal intencionados lo enlazaron y se lo llevaron al camión.
Haydée y José recorrieron cielo y tierra, fueron a la sede de la perrera en Flores Sur y recién al llegar al Instituto Pasteur tuvieron la triste noticia de que en esa época (era uno de los períodos militares) los perros eran capturados e inmediatamente los sacrificaban en el mismo camión, sin dar tiempo a los dueños a tratar de recuperarlos. Lloraron mucho por la muerte de Boby, no sólo los seres humanos sufrieron durante los "períodos de gobiernos militares".
Afortunadamente el hogar de los Valea había sido alegrado con la llegada de su hijo Aldo.
Todos juntos iban a la Liga de Fomento, como ya dijimos en el número anterior, don José fue durante muchos años miembro de la Comisión Directiva, las reuniones comenzaban a la 21.30 horas, las esposas de los miembros de la Comisión esperaban charlando y luego todos juntos comían algo.
Cuando se realizaban "Carreras de Regularidad", esas en que ganaba el que llegaba a la hora exacta, también organizaban almuerzos.

Si Haydée y José Valea eran felices con su matrimonio, su trabajo y su participación en la "Liga", esa felicidad creció aún más con el nacimiento de su hijo Aldo.
Aldo cursó sus estudios primarios en una escuela privada llamada "Mariano Moreno", propiedad de la familia Massa; tan pequeña que cuarto, quinto, sexto y séptimo grado funcionaban por la mañana y de primero a tercero por la tarde. Aún hoy se sigue viendo con su compañero Luis Romero que es veterinario.
Aldo practicó minibasquet en la "Liga", los chicos recibían a niños de Sirmat, pueblo de la Provincia de Santa Fe y también viajaban a ese pueblo muy lindo y con gente muy buena, acompañados de sus padres. Antes de que emprendieran el regreso les organizaban una "cena de despedida". Un grupo de mamás preparaba el tuco "para todos", y otro grupo amasaba y hacían los ravioles.
En la "Liga de Fomento de Villa Gral. Mitre" no se podía jugar al fútbol, fue hace pocos años que se empezó a practicar papi-fútbol; tal era la prohibición que por patear una pelota, aunque fuera llevada por el mismo chico, se aplicaba una suspensión de quince días.
El papá de Aldo suspendió por ese motivo a Lafaucique, años más tarde llegó a ser presidente de la "Liga".
El portón de la Coca Cola estaba 20 metros hacia adentro, lo que hacía que quedara una pared gigante que los chicos del barrio usaban para jugar al frontón, lo hacían con un solo arquero, en un solo arco. El personal de la Coca Cola no les decía nada, los camioneros que entraban les regalaban algo.
Había códigos en el partido, se decía "auto" y había que "congelarse", algunos se adelantaban un poquito.
Cuando la pelota caía dentro del predio de la Coca Cola los empleados se emocionaban, que entre era fácil, pero sacarla se complicaba ya que el alambrado era vertical y la parte superior inclinada hacía adentro.
También jugaban al fútbol en la calle, llegaron a organizar torneos a los que pusieron de nombre "El Balón" en el equipo de Boyacá formaban: Busteron, Piraña, El Gallego, Maqui que terminó siendo Maco, Genovese, Marciano, el Turco, Ventilador, Fernando, Pepe, El Cabezón, Leopoldo, Mingo Longuera. En el de la otra cuadra, entre otros: Langone, Rago, El Negro Chuli.
Pero al crecer un poco, aquellos que sus padres tenían auto, para hacer facha delante de las chicas en vez de venir a jugar se dedicaban a lavar el auto y así Chuli y otros pasaron al equipo de Boyacá.
Aldo jugó pre-minibasquet en la "Liga" y minibasquet que se jugaban los domingos a la mañana. Infantiles, cadetes y juveniles jugaban los sábados a tarde. Cuando fue infantil dejó porque si los partidos eran en el club volvían a su casa enseguida; pero si eran lejos, iban en micro, tenían que esperar que termine el último partido para regresar y Aldo, que había llegado a la edad de los "asaltos", se perdía así la oportunidad de bailar con las chicas amigas del barrio. Siendo éste el motivo que puso fin a su carrera de basquetbolista.
De la biblioteca Gral. Mitre de la que sólo queda el cartel en la calle Boyacá en 1981, en la planta alta se jugaba de todo menos ruleta, abajo había un ping-pong y un metegol. Era frecuentada por un militar retirado que tenía un chevy y si alguno de los chicos se apoyaba en él, lo sacaba zumbando.
En los '90 allí se entregaban cajas PAN (comida para gente humilde), entre los que hacían la cola había algunos que iban en un Renault 18, auto muy valorado en esa época.
En la actualidad Aldo añora los años de oro que tuvo el barrio cuando viernes, sábado y a veces domingo habría sus puertas el Centro Cultural "Cóndor Huasi" (en Boyacá y Galicia) cuyos dueños, directores, cocineros y mozos eran Cecilia y su esposo Ernesto, dos médicos cirujanos del Hospital Santojanni.
Para ellos esta actividad era un cable a tierra, organizaban unas veladas maravillosas de música, teatro, muestras de artes plásticas, y además tocaban en un conjunto de rock.
Haydée, la mamá de Aldo, aún se sigue viendo con sus amigas Haydée, Marta Mahiques y Mercedes Ferrol, con quienes a veces van a almorzar a Ernesto o al Balón y se llaman por teléfono todos los días.
Aldo tiene una gran sensibilidad social, ideales en defensa de la libertad y es muy solidario.
En lo que fue antiguamente el "despacho de bebidas", que nunca utilizaron los Valea, se encuentra hoy su numerosa biblioteca personal, que permite consultar en el almacén a quien los necesite.
Domingo por medio organiza funciones de cine, con debate, si así surge del público.


Agradezco a Haydée su dulzura, generosidad y gentileza y a Aldo su sensibilidad y solidaridad. Ambos colaboraron proporcionándome datos e imágenes significativas de la historia del barrio.