En La Paternal nació un artista cuya obra atraviesa paredes, estadios y emociones. Gustavo Rovira, pintor y dibujante nacido el 22 de abril de 1961, no solo es vecino, sino también el autor de “Una gambeta a la vida”, el mural más extenso dedicado a Diego Maradona, una obra que cuenta, pincelada a pincelada, la vida completa del ídolo popular.
Desde niño, Rovira caminaba las mismas calles que lo vieron crecer como artista y como persona. Iba a la escuela Avelino Herrera, en la calle San Blas, y al salir, con el guardapolvo blanco todavía puesto, cruzaba para entrar a la cancha de Argentinos Juniors. La Paternal fue siempre su casa y su inspiración.
A los 7 años empezó a dibujar. A los 24, se animó a cruzar fronteras y viajó a Los Ángeles, donde perfeccionó técnicas de acuarela. Luego siguió formándose con destacados artistas en Buenos Aires, aunque su estilo fue forjándose entre lo aprendido y lo sentido. Rovira no busca el hiperrealismo; su obra es expresiva, intensa, emotiva. Trabaja con óleo, acrílico, tizas, pasteles, carbón, espátula y hasta tierra.
Una de sus obras más conmovedoras nació del dolor compartido por millones: la muerte de Maradona. Días después de su fallecimiento, Rovira supo que debía rendirle homenaje. Así nació “Una gambeta a la vida”, un mural de casi 29 metros de largo y casi 4 de alto, conformado por 23 placas que recorren, desde Fiorito hasta su despedida, la vida de Diego.
"La intención fue mostrar a todos los Maradona, desde su nacimiento hasta su muerte, pero con la bandera argentina que los une", explica el artista. La obra comienza con un ángel que le entrega una pelota al recién nacido Diego y culmina con ese mismo ángel que vuelve a buscarlo el 25 de noviembre de 2020. “La imagen final me emociona profundamente”, confiesa Rovira.
Cada detalle del mural tiene un anclaje emocional: tierra de Fiorito, césped de la cancha de Argentinos, flores de Dalma en los botines de Napoli, oro de 23 kilates en la Copa del Mundo y en “La Mano de Dios”. No es solo pintura: es historia, es amor, es memoria popular hecha arte.
Pero Rovira no se limita al fútbol. Su obra también tocó el corazón de otra figura clave de la identidad argentina: el Papa Francisco. En 2014, viajó al Vaticano para entregarle una pintura tamaño real. “No paró de llorar, me miró a los ojos y nos emocionamos. Fue un momento inolvidable”, recuerda el artista. Francisco, emocionado, bendijo la obra y lo abrazó como a un viejo amigo.
Otra de sus creaciones fue para el Jardín Botánico de Buenos Aires, donde pintó un mural con 23 especies autóctonas del Delta en peligro de extinción, demostrando también su compromiso con la naturaleza y la conciencia ambiental.
Ahora, su talento y trayectoria recibieron un nuevo reconocimiento: en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires se presentó un proyecto para declararlo Personalidad Destacada de la Cultura. Un gesto justo para un artista que lleva décadas pintando la identidad argentina.
Rovira, ese vecino de La Paternal que alguna vez entró con guardapolvo a ver a sus ídolos jugar, hoy inmortaliza al Diego para que nunca deje de gambetear en la memoria de todos.